Don Choco

2.10.06

Alfredo nació con ese problema. Su sistema era incapaz de asimilar azúcar, y la más mínima cantidad podía llevarlo a un estado hiperglicémico severo.
Durante toda su niñez tuvo que ver cómo los niños disfrutaban comiendo chocolates y dulces, mientras él tenía que conformarse con los alimentos que le daba su madre, mezclas totalmente insípidas, pero que lo mantenían vivo.
Y creció así, sin conocer las frutas, sin conocer los helados de menta, sin conocer la Coca Cola.
Cuando Alfredo cumplió 23, se dijo a sí mismo que ya era hora de probar algún dulce, que no podía vivir toda su vida sin haber usado la parte delantera de su lengua... Y fue al kiosko de Jorgito, y se compró un chocolate.
Volvió a su casa y se encerró en el cuarto. Recordaba todos los sermones que le dijo alguna vez su madre sobre lo peligroso que era para él consumir azúcar. Pero ya había tomado la decisión.
Nervioso, puso el disco de Pink Floyd que le habían regalado para la navidad pasada, se sentó en el suelo, y sutilmente empezó a abrir el envoltorio del chocolate. Cuando ya no quedaba papel por despegar, Alfredo puso todo sobre unas servilletas, y partió el chocolate en todos los trocitos que pudo. Tomó el más pequeño, y lo acercó a su boca. Sabía que lo que estaba a punto de hacer podía matarlo, pero ya nada lo haría cambiar de parecer.
Cuando se dio cuenta, el chocolate de su mano ya se había derretido, por lo que tomó otro trozo y sin rodeos lo lanzó dentro de su boca. Lentamente empezó a degustarlo, mientras el sudor corría por su cara, hasta que Alfredo decidió mascar el trozo que había engullido.

Sintió como su boca empezaba a aguarse, se sintió tan irresponsable y seguro al mismo tiempo. Luego sintió el sabor... era lo mejor que había probado en toda su vida. Sintió como su corazón se aceleraba, cómo su estómago crecía... se le nublaba la vista, ya no oía Comfortably Numb, ya no oía nada.
Con sus últimas fuerzas, tomó el último trozo de chocolate que quedaba, y lentamente lo puso en su boca. Dió el último mordisco, hasta que una fuerte contracción lo hizo detenerse...

-Mierda... me carga el maní.

1 reclamo(s) formal(es):

T&S contextual dijo...

exelente final.

dramos cotidiano, ireversiblemente humano.